UN CUENTO: “AMIGOS INSEPARABLES…”
Por Leticia Terzzoli
Una semilla cayó una vez en un suelo un poco seco,
con algunas piedritas y con poco alimento.
Con mucho esfuerzo, y sacando agua de donde no había, la semilla asomó sus
primeras hojitas.
Al ver por primera vez el sol, la semillita, que ya era una pequeña planta, se
sintió muy alegre porque la luz la hacía tener más ganas de crecer muuyy alto.
Con el tiempo, la semillita, que luego fue plantita, se convirtió en un pequeño
árbol.
Abriéndose paso entre los demás, alcanzo a ver, a lo lejos, un arroyo. Era tan
caudaloso, y su agua parecía tan fresca!
El árbol empezó a soñar todas las noches, y después, todos los días, con
sumergir sus raíces en esa agua.
A pesar de estirarlas y estirarlas, sus raíces eran muy gruesas para llegar al
arroyo y las piedritas que había en el suelo no le permitían avanzar.
- Ojala algún día mis pies se puedan sumergir en esa agua!!! - suspiraba el
arbolito.
Un día, entre suspiros, el árbol escuchó que a sus pies alguien le hablaba:
- Hola.- Dijo una voz desde el suelo
- Hola, quien sos?- dijo el árbol perplejo.
- Escuche como suspirabas y se me ocurrió que si vos me ayudas, tal vez yo pueda
ayudarte.
- Mmmm…. Que querés decir?
- Estoy necesitando una casa, un lugar donde refugiarme, y veo que tus raíces
son muy grandes. A cambio, yo te puedo ayudar.
- Bueno…. Pero no querrás comer mis pies?? Mira que me costó mucho construirlos!
- No, por favor, ayúdame! Y te prometo que cuando crezca, voy a ayudarte!
El árbol aceptó, pero aún no entendía como, un “algo” que hablaba desde debajo
de la tierra, podía ayudarlo.
Este “algo”, creció a los pies del árbol, charlaban, y se hicieron muy amigos.
El árbol empezó a sentirse muy bien,
tenía muchas ganas de crecer, sentía que sus raíces eran más largas y que se iba
formando debajo de él, como un colchón muy cómodo.
Pero aún anhelaba, aquel arroyo, que cada día le gustaba más.
Fue entonces, que entre una charla y la otra, el “algo” subterráneo, le dijo al
árbol:
- Bueno amigo, llego el día.
- El día de qué? – preguntó el árbol.
- De que te devuelva toda la ayuda que vos me diste. Durante todo este tiempo,
estuve desarrollando a tus pies, mis raíces,
que se llaman hifas, y son mas finitas que las tuyas. Con toda la ayuda que vos
me diste un día, cuando era una espora,
pude llegar a aquel arroyo que vos tanto querés sentir. En el camino fui
juntando alimento para vos, para que puedas crecer
y seguir dándome lugar. Hoy, mis hifas están tocando el agua fresca del arroyo,
y con ellas, voy a trasladar esa sensación fresca a tus raíces.
Aquel “algo” era un honguito! Y con todas sus fuerzas trajo el agua hasta las
raíces que le habían dado un hogar.
El árbol estaba feliz! El sueño de toda su vida se había hecho realidad! Y todo
gracias a su amigo!
- Gracias amigo!!! Me has hecho muy feliz!! Pero todavía me queda un sueño por
cumplir.- dijo el arbolito
- Solo te he devuelto el favor que me hiciste, pero, que mas necesitas amigo?
- Quisiera verte, todo este tiempo estuviste abajo del suelo, y yo nunca pude
conocerte.
- Espera y me verás.
En los días siguientes, salieron, a los pies del árbol, muchos honguitos de
sombrero.
Estos amigos charlaron, jugaron y se siguieron ayudando mutuamente. Desde
entonces, cada otoño y primavera,
el honguito salía del suelo y el árbol se ponía muy feliz. Los dos crecieron
juntos hasta hacerse muy viejitos.
Y los hijos, y los nietos, y los hijos de los nietos, y todos los arbolitos que
siguieron fueron muy amigos de los honguitos.
Y a honguito colorado, el árbol quedo… micorrizado!
Autora: Leticia Terzzoli
